27 ago 2012

La cazadora cazada - Capítulo 3

Jones decidió que volviéramos a trabajar por separado. Mis víctimas eran simples peones sin importancia dentro del movimiento rebelde. Jacob recuperó su altanería y cada vez que se dirigía a mí lo hacía en tono socarrón. Me divertía observarle porque sabía que, a pesar de su aparente seguridad, le incomodaba mi presencia.
Un año después, localizamos a la empresaria que sufragaba los gastos de la rebelión. Debido a que siempre iba protegida por dos guardaespaldas, Jacob y yo tuvimos que volver a trabajar juntos.
Encontramos a la mujer en una mesa de un elegante café, sentada ella sola y , a dos mesas de distancia, sus gorilas. Mi compañero, vestido de traje, se acercó a ella mientras yo lo controlaba todo desde la barra.
- Buenas noches, señorita - saludó él con la mejor de sus sonrisas. - ¿ Cómo puede ser que  una mujer tan bella esté sentada aquí sola? ¿Le importa que la acompañe?
- Desde luego, siéntese - respondió ella, observándole con una mirada calculadora.
Jacob continuó con una serie de cumplidos y palabras aduladoras. Había hechizado a la mujer, que le contemplaba embobada sonreír, revolverse el pelo negro...
Finalmente, él la invitó a cenar a un restaurante de las afueras. Se levantaron de la mesa y Jacob le ofreció su brazo, pero ella, antes de agarrarse, le tocó el culo. A mí me molestó, aunque no sabía por qué, lo hizo.
Tras ellos salieron los guardias, y yo detrás. Al llegar a la esquina, me quité una horquilla del pelo, me acerqué a su altura, fingí tropezar y clavé la punta de ésta, impregnada de veneno, en el cuello del hombre, que se desplomó al momento. Antes de que su compañero se percatara, extraje un puñal de mis botas y se lo hundí en la nuca. La mujer escuchó caer los cuerpos y se volvió, sorprendida. Yo me acerqué con el arma a punto y, cuando, asustada, miró a Jacob, se encontró con el cañón de una pistola con silenciador apuntando a su cabeza. Antes de que pudiera decir nada, una bala atravesó su cráneo.
- Buen trabajo - comenté con sarcasmo - Enseguida te la has ligado.
- ¿Celosa?
-¿Yo? Nunca. Siempre consigo lo que quiero.
- ¿Vamos a celebrar nuestro éxito? - propuso, mirándome con diversión.
- ¿Dónde me llevas a cenar? - decidí seguirle el juego.
Cenamos en un restaurante indio y después me arrastró a una discoteca de moda. Entre copa y copa, comentamos los pormenores de nuestro trabajo y detalles de nuestros asesinatos. Hasta que me convenció para bailar con él. Tras un par de canciones manteniendo las distancias, se acercó a mí, posó sus manos sobre mi cintura y me susurró al oído:
- ¿Sigue en pie la amenaza sobre lo de acercarme a ti? ¿ O los celos de antes significan algo?
- Yo no estaba celosa. - Entonces me di cuenta de que mentía; en secreto, anhelaba ese contacto. Acaricié su melena y él me besó, primero con suavidad, tanteando mi reacción, y después con pasión. Deslicé mi mano por su pecho a la vez que sus manos se colaban por debajo de mi vestido y sus labios recorrían mi cuello.
Fuimos a mi casa. Nada más atravesar el umbral, le quité la americana y comencé a desabrochar su camisa mientras nuestras bocas exploraban todos los rincones del cuerpo del otro. Le tumbé en la cama, me quité el vestido y me tendí junto a él.

Hola, gente!! Pues aquí está un capítulo más, espero que os guste.

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