Imagina
una calle empinada de un lugar totalmente desconocido, en una ciudad caótica,
destrozada, en ruinas. Al final de esta, lo único que puedes vislumbrar es la
luna llena, brillante, sola en el firmamento, sin estrellas que la acompañen y
la parte superior de los altos edificios a lo lejos.
Caminas
descalza, tus desnudos pies vuelan veloces sobre el asfalto, heridos a casa
paso por la suciedad, la polución, la basura que impregna la sociedad. Tu
menudo cuerpo de niña tirita por el frío de la noche invernal, pues solo llevas
un ligero camisón de seda blanco, surcado por pequeñas manchas rojizas. Un
perro te sigue, andando al ritmo del tintineo de la espada que cuelga de tu
brazo rozando el pavimento, un alargamiento de tu propia extremidad.
Llegas
a lo alto, cansada, con los ojos rojos y vidriosos de tanto llorar y miras
hacia atrás, hacia todo el caos que has causado a tu paso. Los cuerpos inertes
de los ciudadanos te observan, te piden una explicación, un por qué para toda
esa matanza, algo que ni tú misma sabes. Lo único de lo que estás segura es de
tu espada, que empuñas en un último intento de buscar la paz contra ti misma,
atravesando tu delicado cuerpo. Esa noche, espesos ríos de sangre recorren las
calles.
Escalofriante... Aunque sea breve pone los pelos de punta...
ResponderEliminarMe encantan las niñas tétricas, son taaaan monas :3
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